- Es una pequeña capital desconocida de Castilla y León, pero te damos razones para visitar Palencia, por sus monumentos, pero también por su gastronomía y sus vinos.
Palencia capital, en el sur de la provincia homónima, se sitúa a orillas del río Carrión, enclavada en la zona horticultora de Tierra de Campos y del Cerrato y en medio de la meseta castellano-leonesa, donde abundan las aves y la ganadería bovina. Todas estas son razones para visitar Palencia, tristemente desconocida todavía tanto por su arquitectura e historia como por su excelente gastronomía y los vinos de las denominaciones de origen que la circundan, como Cigales, Arlanza, Toro y Rueda.
Un paseo por Palencia
Así que nos vamos a ir de paseo por sus acogedoras callejuelas, alzando todo el tiempo la cabeza hacia las preciosas fachadas de edificios construidos por la burguesía tras la desamortización de Mendizábal, sobre todo en la calle Don Sancho, la calle Mayor y su cruce en Cuatro Cantones.
La calle Mayor es un inhabitual eje citadino porque solo conserva soportales a un lado, que dan sombra a bellos comercios antiguos de estilo modernista como la Farmacia del Dr. Fuentes. Pero, por encima, en las dos hileras de edificios, es donde se luce la arquitectura a lo grande, empezando por el bloque neorrenacentista de Correos y Telégrafos en la plaza de León, el convento de las Agustinas Canónigas y la Federación Católico-Agraria.
Y siguiendo por el edificio de los Señores García Germán, el colegio de Villandrando o el increíble palacete de la Bocaplaza-Calle Mayor, que está justo en frente de un busto del arquitecto palentino Jerónimo Arroyo, quien también tiene allí su casa-estudio.
No hay que perderse el palacio barroco del siglo XVIII llamado Casa de Junco, ni el alucinante y bien conservado Casino de Palencia, la única construcción de esa acera que conserva el soportal, con un mural modernista que combina con sus coloristas vidrieras.
En Palencia todo está cerca
Una vez retomadas las fuerzas, nos vamos a ver el palacio neoplateresco de la Diputación y la Casa Consistorial, en la Plaza Mayor, donde da gusto sentarse a tomar un café en sus ambientadas terracitas, antes de acercarse a ver el complejo monumental de la plaza de San Francisco.
A cuatro pasos se erige el Mercado de Abastos, muy sencillo pero popular, aún no lo han convertido en gastronómico, a pesar de la calidad de los productos de la huerta palentina, de los derivados del pato como los de Selectos de Castilla (que se sirvieron en la cena de gala de los Premios Nobel), de los potentes quesos artesanales de Campos Góticos, del faisán de Amo Conservas y de las auténticas morcillas palentinas de Villada.
Estas te las recomendamos recién hechas en el asador La Encina, donde han ganado tres veces el premio a la mejor tortilla de España y cocinan el típico lechazo churro, bien sea asado con agua y sal, o a la brasa en trocitos. Prueba los rosados y claretes o los tintos de la DO Cigales o de Arlanza.
Por supuesto, que a nadie se le ocurra irse de Palencia sin adentrarse en su imponente Catedral, que preside la plaza de la Inmaculada con sobriedad en su torre y una lustrosa fachada que da paso a sus tesoros recogidos desde el arte visigodo hasta el Renacimiento. Entrando por el claustro, pasando por Museo Catedralicio, la Sala Capitular de la Catedral y visitando la cripta visigótica del siglo VII dedicada a San Antolín, patrono de la ciudad, se entiende por qué fue declarada Monumento Nacional en 1929.
También lo son otros edificios religiosos como la iglesia de San Juan Bautista o el convento de San Francisco, pero nos quedamos con la de San Miguel, donde se casó el Cid Campeador. En su límpida plaza nos acomodamos en la terraza de un restaurante estupendo, La barra de Villoldo, donde te puedes tomar un vino de la Tierra de Castilla delicadísimo llamado La Provincia, para empapar con sus originales papas bravas.
Aunque si quieres saber dónde están las mejores bravas, aquí se celebra el concurso internacional ‘Una de Bravas’, organizado por el agitador palentino Javier San Segundo, que se ha empeñado en conseguir que su ciudad sea un referente gastronómico mundial. No en vano, ya lleva varias ediciones la ruta Tapalencia Summer Week “sabor en dos bocados” y el Campeonato de Pinchos y Tapas de Castilla y León, en el que participan decenas de cocineros castellanoleoneses.
Mención especial del jurado se llevó el San Remo con una brandada de bacalao con piel del mismo dorada que estaba tan sensacional como sus croquetas de leche de oveja churra y su steak tartar, armonizado con un tinto Alma Silense de la DO Arlanza.
Razones para visitar Palencia: el Cristo de Otero, museos y naturaleza
Ya que estás por allí, aprovecha para subir al cerro a ver el Cristo del Otero, una colosal estatua que fue el Cristo más grande del mundo hasta que se irguió el de Río de Janeiro. A sus pies, hay una ermita donde reposan los restos de Victorio Macho, su escultor. Cuando bajes, tienes cerquita varios parques públicos como Jardinillos, junto a la estación del ferrocarril; La Carcavilla, construido sobre el antiguo cementerio; o la Huerta de Guadián.
De vuelta al centro, puedes ir a visitar el Museo de Palencia, ahora Museo Arqueológico Provincial; cruzar el Puente Mayor para disfrutar del vergel del Sotillo de los Canónigos; instruirte en el Museo del Agua y dar un paseo por el parque Isla Dos Aguas.
Atravesando el esbelto Puente de Hierro, que aboca en los jardines del Salón de Isabel II, llegas a su vereda peatonal, donde se extienden sus terracitas y bares como el Lemon, un referente en cientos de ginebras; o el Ajo de Sopas, un restaurante de diseño con una terraza perfecta para tomarte un refrescante clarete Luna de César Príncipe al atardecer o para comer en su ‘invernadero’ exterior.
Otras razones para visitar Palencia: Vinos únicos y recetas autóctonas
Por la noche es mejor resguardarse en un restaurante como el Maño, que sirve los estupendos vinos de Bodega Valdesneros, con especial preferencia por el Amantia, el único vino de hielo auténtico de España. Infórmate en su web porque están empezando a hacer visitas enoturísticas y así conoces también un poco los alrededores de la capital.
Otras delicias gastronómicas de la provincia son el capón de Cascajares, que se hizo muy famoso porque se sirvió en la boda de los Reyes; la menestra palentina, que va albardada; y las dos versiones de las patatas a la importancia, con salsa marrón o verde, cuya clave radica en que ‘no se han de descamisar’, es decir, en que no se les desprenda el rebozado. Pruébalas, para rematar el viaje, en La Traserilla o en el bar Javi, detrás de la catedral.
Artículo publicado también en Etheria Magazine.