Un espacio non-stop que respira producto desde que cruzas la puerta y donde la cocina tradicional se viste de gala sin perder su esencia.

¿Quién dijo que la alta cocina tiene que ser rígida? En Coquetto Bar, ubicado en la calle Fortuny, en Chamberí, la propuesta gastronómica baila entre lo casual y lo sofisticado con una naturalidad pasmosa. El establecimiento, que sigue la filosofía de la madre de los hermanos Sandoval, la señora Teresa Huertas, ha conseguido ese equilibrio que tanto cuesta encontrar: ser un sitio donde lo mismo puedes pegarte un festín memorable, como picar algo informal sin perder un ápice de calidad.

No es casualidad que su filosofía gire en torno a ese «lujo natural» que tanto se predica y tan poco se practica: aquí los sabores honestos, los que vienen directos de la huerta a la mesa, son los que construyen cada plato.

La cocina de Coquetto es como esa amiga que no necesita maquillaje para deslumbrar: seduce por su autenticidad, por ese modo de entender la gastronomía como un puente entre lo que fuimos y lo que somos.

Los fogones rescatan recetas ancestrales y las visten de presente sin disfraces, dejando que cada ingrediente cuente su propia historia. Y es que en esta casa, la memoria del paladar se sirve en cada plato, recordándonos que la verdadera sofisticación está en la sencillez.

Como en cualquier restaurante con el sello Sandoval, la elegancia te invade según entras, y se apuntala con un cava Kripta 2019 de bienvenida que acompaña un paté de hígado de cochinillo que te deja sin palabras por su potencia. Una demostración de que Mario Sandoval, el chef, dice la verdad cuando afirma: «Queremos conectar al ser humano con el entorno, sin adornos, sin pretensiones, de la manera más natural y honesta posible».

Pero el verdadero knockout llega con los torreznos con huevo frito, una versión revolucionaria que se aleja del crujiente tradicional para presentarse casi como una panceta cocinada a baja temperatura y con la cremosidad de la yema y la puntillita recogida con el pan de masa madre, es, simplemente, celestial. Y más con un palo cortado de Lustau, bodega que nos acompaña durante toda la cena, que para eso somos sherrylovers.

Los buñuelos de bacalao de Coquetto Bar son tan cremosos que reciben con alegría el toque de alioli, y las alcachofas a la brasa y los champiñones, ambos con jamón ibérico a taquitos, encuentran su alma gemela en un amontillado, también de Lustau, que potencia cada matiz.

El arte del escabeche

Ahora bien, si hay algo que define la cocina de Coquetto Bar, es su maestría con los escabeches. La ensalada con perdiz escabechada es un ejercicio de equilibrio y sabor que te reconcilia con el vinagre. Y las sardinas escabechadas… madre mía, qué bomba de sabor. Aquí no hay medias tintas: el producto manda y los cocineros saben dejarlo brillar.

La carne estrella

De la dehesa hay una carta de carnes superatractiva, pero la más diferencial es la costilla de vaca rubia gallega glaseada, tan tierna que, Elsa Gutiérrez Fernández, la experimentada jefa de sala, la despieza con cuchara (sí, como el cochinillo, imagínate la de horas que lleva eso haciéndose para conseguir esa melosidad), y viene acompañada de un puré que te hace cerrar los ojos de gusto.

Aunque íbamos a pasar del postre, menos mal que nos dejamos aconsejar por ella. La tarta de queso con dulce de leche con el puntito de sal y la fina tarta de chocolate son el broche perfecto, especialmente maridadas con ese tinto francés Chateau Langoa Barton, deliciosísimo, y eso que yo no soy muy de vinos franceses.

Un brunch de escándalo

Bajo mi punto de vista, en Coquetto Bar han conseguido algo muy difícil: crear un espacio donde la alta gastronomía se siente cómoda en mangas de camisa. Un lugar donde el producto es el protagonista, pero sin olvidar que, al final, comer debe ser un placer sin complejos. Y lo puedes comprobar en su brunch de los domingos a mediodía.

Por 50€, los hermanos Sandoval han creado un evento dominical que arranca con un zumo de naranja recién exprimido y una mimosa que te despeja las ideas, antes de dar paso a un croissant artesano relleno de jamón ibérico que junta todo lo bueno de la grasa.

La estrella del show es la tostada Sandoval y ese huevo Benedictine sobre pan de masa madre. Y cuando piensas que no puede mejorar, te dejan elegir entre sus mencionadas sardinas escabechadas o un taco mexicano de cochinillo lechal.

Lo puedes rematar con unos milhojas crujientes de fresas que, acompañados del Café 1985 o las infusiones selectas de La Tetera Azul, convierten tu domingo en el mejor día de la semana. Este brunch es la prueba definitiva de que Coquetto Bar sabe divertir a cualquier hora del día. 

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