- Si te pasas la vida viajando de hotel en hotel, coincidirás conmigo en la necesidad de que te hagan sentir como en casa, porque tú, en realidad, aunque todo el mundo piense que tienes una vida fascinante por el hecho de estar siempre de un lado a otro, lo que querrías es estar en tu casa.
Pues bien, a partir de ahora, vas a querer estar en tu casa y en Casa de Vivi.
Porque el Hotel Kimpton Vividora ha captado a la perfección esa demanda de los que viajamos sobre todo por trabajo y, en pleno barrio gótico de Barcelona, ha montado un espacio en el que, desde que entras por su estilosa cafetería/coctelería GOT Coffee & Cocktails, ya te sientes entre amigos.
Yo, de hecho, antes de subir a la planta superior donde está la recepción, ya estuve tomándome el mejor Bloody Mary de mi vida con un colega porque es el marco perfecto para reuniones distendidas. Marco Miranda tiene la culpa de su originalidad.
El personal también te hace sentir como en casa
La simpatía del personal se extiende desde ahí, pasando por el momento check in con cortesía de espumoso o vasito de agua y, especialmente, hasta el restaurante Fauna, donde te reciben como unos amigos que tienen muchas ganas de ver a sus invitados, no en vano, has de llamar al timbre para acceder.
Y así es como te sientes, en el salón de la casa de unos amigos, donde se empieza con un vino blanco de Alella picoteando unos aperitivos como aceituna rellena de crema ibérica, cecina de León y tres quesos artesanales catalanes para acompañar al anfitrión mientras termina de preparar la cena.
Jordi Delfa, el humilde chef de los aromas
El anfitrión es el chef Jordi Delfa, quien va a pasar a la historia de la gastronomía por la humildad con la que integra a los comensales y a su equipo de sala, creando tal armonía que solo te faltan las zapatillas de andar por casa.
Es que tienen hasta dj y otros artistas que van desplegando sus artes, como una ilustradora que va dibujando en su pantalla mientras se proyecta en el televisor para que lo puedan admirar todos los presentes.
Una vez sentados a la mesa, Jordi enamora con entrantes para compartir como el buñuelo con lima, las croquetas de ibérico o la sobrasada de Xesc Reina a la plancha y con miel del propio panal.
Y te van a sorprender los aromas que anuncian platos principales como el steak tartar hecho ante el comensal, como se hacía antes y nunca debió de dejar de hacerse; las judías de Sta. Pau, con tortita de pies de cerdo y butifarra del Perol con cigalas o el jugoso canelón de la abuela de Jordi.
Su mujer es la que le ha ayudado a rematar con postres como el mundo de chocolate y una excelente tarta cremosa de lima Kar y merengue suizo o la tarta de queso, así que todo queda en familia.
La misma que se forma con los camareros, que son todos de diferentes partes del mundo, de modo que la conversación cóctel en mano (y ahí, déjate aconsejar) es de lo más fluida.
La habitación, como en casa
Eso solo lo puede mejorar la cama, inmensa y supermullida, con unos almohadones tiernos y acogedores, en una habitación que sí, tiene todo lo que le pides a un 5 estrellas, pero está decorada con detalles que tú pondrías en tu hogar. Concepto bien alejado a la típica habitación impersonal de hotel que te recuerda a un congelador industrial.
Si te pasa como a mí, que me olvidé hasta del neceser, tienen todo tipo de amenities, incluida la crema de manos, de la cara y un bálsamo labial. Por no hablar del batín de tono terracota, que te aseguro que te lo vas a querer llevar a casa.
Y bajar con él a desayunar, también. El salón de Fauna despliega un buffet de desayuno brunch ilimitado, en el sentido literal de que no te lo vas a poder acabar.
El desayuno, mejor que en casa
Porque no solo te tienta con embutidos, quesos, panes, zumos, yogures variados con todo tipo de cereales, frutas y frutos secos, infusiones y hasta cava… sino que propone una buena lista de platos que prepara el chef en el acto. Yo, por fin, he cumplido mi sueño de probar los huevos Benedictine con salmón y ya he sido incapaz de atreverme con la repostería, pero ¡qué espectáculo!
Con eso en el estómago, el único movimiento posible ha sido reptar hasta la terraza panorámica de Vivi, repleta de sofás y tumbonas alrededor de la piscina, donde estoy ahora tirada al sol escribiendo este artículo con un Bloody Mary para finalizar mi experiencia por todo lo alto.
¿Te confieso una cosa? Estoy aquí mejor que en mi casa.
Calle del Duc, 15. Barcelona.
Excellent. Congrats Jordis Delfa