Si hay un lugar en Barcelona que ha sabido actualizarse sin perder la esencia de esos clásicos de toda la vida, ese es Casa Alfonso.
Este mítico establecimiento, fundado en 1934, celebró este septiembre su 90 aniversario al pie del cañón más gourmet y te puedo asegurar que ha mantenido la esencia y el savoir faire gourmet de todas las generaciones, desde el bisabuelo Alfonso y la bisabuela Rosario, pasando por los abuelos Alfonso y Ramona, hasta llegar a Alfonso García y su hija Claudia, que han evolucionado Casa Alfonso de colmado de ibéricos a taberna y restaurante gastronómico de lo más estiloso.
Con una sabiduría gastronómica y una escucha constante de los clientes habituales, han pasado casi un siglo siendo referencia en la ciudad y, a pesar del turismo que puebla la zona, sigue siendo el establecimiento gourmet de confianza para los locales y personajes de lo más interesante que, a veces, reservan su coqueto reservado secreto repleto de historia.
Y claro, en Sindicato Hedonista, queremos formar parte de esos personajes que pasan por allí en cuanto tenemos ocasión para disfrutar de una gastronómica que siempre ofrece sorpresas con sus sugerencias y variaciones de la carta que se le ocurren a Alfonso para que se pueda comer allí como a él le gustaría comer en otros lugares. Su encanto radica en que todo el conjunto combina tradición, excelencia en el producto y ese toque familiar que te hace sentir como en casa.
Vermú de Reus de barril y productazos de primera: así empieza la fiesta
Lo primero que destaca cuando cruzas la puerta de Casa Alfonso es el ambiente cálido y auténtico, ese que solo un lugar con 90 años de historia puede ofrecer. La decoración, con muebles originales de los años 30, cuadros, pinturas y coloridos carteles publicitarios de coleccionista, te transporta a otra época, pero que ello no te lleve a pensar que se han quedado anquilosados culinariamente, aquí la carta está llena de productos de primera calidad con recetas adaptadas a los tiempos modernos.
Por ejemplo, arrancamos con un vermú de Reus, acompañado de unas originales aceitunas andaluzas rebozadas que recuerdan a las escolanas de Le Marche, pero sin relleno y, por supuesto, sin hueso. Aquí no se juega con el sabor ni con los dientes de nadie. Otras muestras de fescura son las anchoas del Cantábrico, los ceps frescos, y unos torreznos de Soria que elaboran padre e hijo para Casa Alfonso exclusivamente, y van con pimientos del Padrón, que sí, todavía se ve que existen (si el hostelero los paga).
Siguiendo con el picoteo para compartir, os encantarán las puntillitas con huevo frito para romper encima. Frescas, con su propia tinta, crujientes y cocinadas en su punto para que no se reblandezcan al quedar untuosas con la yema del huevo. No esperas menos de un lugar que ha mimado cada plato durante décadas.
El homenaje al ibérico y a las reses más exquisitas
Casa Alfonso no solo presume de su ambiente acogedor, sino también de sus Premios Alimentos de España por su jamón de bellota ibérico, con su grasa bien infiltradita y repartida por todo el cerdo.
El mismo premio se lo podría llevar el cerdo entero, de donde salen el lomito o la sublime presa ibérica que comimos con boletus. Te voy a decir una cosa: lo mismo lo puedes maridar con su carta de vinos que con la extensísima carta de cervezas del catálogo de Mahou que incluye ediciones desconocidas para la mayoría de Mahou, Alhambra, San Miguel y la artesana La Salve, ¡que Alfonso propone con hielo!
La presa llega a la mesa jugosa, tierna y sin necesidad de requemar al pobre cerdo, respetando los jugos y cada textura. Porque aquí no se trata solo de llenar estómagos, sino más bien de respetar el producto. Las suelas se piden en el zapatero.
Y, cómo no, fuera de carta, encuentras sugerencias como ese increíble tataki de vacuno (babea con el marmoleado sin llorar) o el entrecot de Discarlux, madurado durante lo que yo calculo que serían unos 30 días, a tenor de esos sabores serios, profundos, dulces y con toques a frutos secos. Cada bocado de carne, incluida la del meloso steak tartar con sus patatas fritas y mantequilla, es un recordatorio de lo que significa saber comer.
El matrimonio perfecto: cava y arroces
No hay menú completo sin una buena bebida, y en Casa Alfonso, la elección es clara: el cava rosado de Mistinguet. Un espumoso con una excelente relación calidad-precio, que realza los sabores de cada plato, llevándote de la mano en esta fiesta para los sentidos. Supongo que, después de tantos reportajes sobre espumosos, no dudarás de que va perfecto para maridar arroces como los de Casa Alfonso. Mira este con más carnaza que albergaba debajo un socarrat del rico-rico con fundamento.
Y si te queda espacio para el postre (¡deberías!), no puedes irte sin probar las croquetas. Aunque las de morcilla con manzana y morro de bacalao están exquisitas para aperitivo, la que realmente te hace cerrar los ojos de placer es la de chocolate negro.
Ahora bien, el capricho dulce que remata la experiencia de una manera gloriosa si puedes compartir es el coulant de té matcha, simplemente, sensacional. ¡Para que luego venga algún prejuicioso a decir que estos sitios tan bonitos y míticos ya se han convertido en museos para el turista!
90 años de tradición viva
Para mí, como gastrónoma exigente, después de 90 años, lo más impresionante de Casa Alfonso es cómo ha sabido evolucionar sin perder su alma. Bajo la dirección de Alfonso García y sus hijas, Claudia y Lucía, esta taberna ha mantenido el equilibrio perfecto entre la tradición y la innovación, siempre apostando por la calidad (aunque no se quedan mancos en cantidad, conste). Me encantan porque siguen siendo fieles a la clientela de toda la vida, pero han sabido atraer a nuevas generaciones que buscan autenticidad y sabor en cada plato.
De modo que, si estás en Barcelona, no dudes en pasar por Casa Alfonso. Porque cada plato es una celebración de la historia, del buen hacer y de la genuflexión ante el producto. ¡Y tiene pinta de que los 100 años los vamos a celebrar por todo lo alto!