La bodega comparte su legado con el lanzamiento de añadas antiguas de sus vinos más emblemáticos. ¿Te animas a hacer un viaje en el tiempo?
Hay familias del vino que mantienen su legado a lo largo de las décadas, los conocemos todos porque están tanto en supermercados como en restaurantes, seguro que te sonarán por marcas como Viña Sol o Sangre de Toro. Pero Familia Torres tiene muchos más clásicos que deberías empezar a catar si ya tienes tu paladar bien adiestrado. Para los que amáis los vinos de guarda, este otoño, con su presidente Miguel A. Torres a la cabeza celebrando sus 83 años, ha presentado su proyecto Colección Privada, una selección exclusiva de añadas antiguas con un mínimo de 10 años de evolución en botella. Una oportunidad irrepetible para descubrir cómo envejecen los grandes vinos y viajar al pasado (y al futuro) a través de los aromas y sabores más complejos.
“Estos vinos son parte de nuestro legado y un testimonio vivo de nuestro compromiso con la excelencia. Es emocionante poder disfrutar ahora de estas añadas a las que augurábamos un gran potencial de envejecimiento y ver que el tiempo nos ha dado la razón. Son vinos de una gran complejidad que han evolucionado de manera excepcional.”
Miguel A. Torres, presidente de Familia Torres.
Resulta que esta vitivínicola familia catalana va catando sus vinos de guarda a ver cómo están evolucionando para sacarlos en el momento óptimo y para que no se echen a perder en su cava patrimonial. Y estos escogidos son su reserva más preciada: esas botellas excepcionales que merecen salir a la luz para gozo y disfrute de los amantes de este tipo de vinos tan preciados porque son capaces de apreciar la complejidad y esos matices que solo el tiempo es capaz de infundir.
Insisto en este punto porque si estás todavía iniciándote en el mundo del vino, te van a satisfacer más el Viña Esmeralda blanco o el Coronas tinto, que son superasequibles y fáciles de beber.
Una colección privada con mucha historia
En esta primera edición, la colección cuenta con cinco vinos emblemáticos y nueve añadas diferentes que van desde el mítico Mas La Plana 1989 hasta las más «jóvenes» del 2013. Una cata vertical de la bodega que nos permite entender hasta dónde pueden conservarse bien estos blancos y tintos y viajar en el tiempo a través de sus aromas y sabores.
¿Qué te parece si empezamos el recorrido con un blanco en crianza del Penedès? Hablo del Waltraud 2012, un vino con historia que Miguel Torres dedicó a su esposa, Waltraud Maczassek, artista alemana a la que quiso homenajear plantando esta variedad germánica en el Alt Penedès y que hoy aún nos demuestra todo su potencial de guarda puesto que mantiene su frescura después de 12 años. La acidez sigue ahí, pero suavizada por una deliciosa untuosidad, con esas ricas notas de maduración e hidrocarburo que tanto nos ponen a los gastrónomos. Pídetelo siempre para comer (bien), pescado o carne, te da igual.
Seguimos hasta la Conca de Barberà con el Milmanda 2012, un chardonnay que parece desafiar al paso del tiempo con un aroma floral y a plátano maduro que persiste en cada sorbo, un equilibrio perfecto entre la acidez y la calidez fruto de esos 12 años de crianza. ¿Sabías que este vino fue el elegido para la cena entre Barack Obama y Raúl Castro? Pues imagina lo que puedes disfrutar si lo abres en una de tus cenas. Igual te resulta más asequible el Milmanda 2015, la última añada con crianza 100% en barrica, donde aparecen esos gustosos aromas de coco, vainilla y plátano que ganan enteros con un buen queso de membrillo y nueces.
Y ahora, amiguitos, nos vamos al Penedès con el Mas La Plana Cabernet Sauvignon en una vertical de tres añadas: 2007, 1989 y 2006. El 2007 asombra por su viveza y su estructura intacta después de 17 años con el genio dentro de la botella. Muy potente tanto en nariz como en boca, te gustará si te gustan los cortes tradicionales para comer carnes guisadas o asadas, con mucha profundidad y madera.
El antaño etiquetado como Gran Coronas del 1989 sigue comercializándose con 35 primaveras a sus espaldas y sobrevive con bastante dignidad como un jugo de ciruela acompotada en boca, si bien, sé consciente de que tienes muchas posibilidades de encontrarte con esos precipitados que causa la edad al fondo de la copa, prepara el decantador y el filtro para tomártelo más limpio.
Por su parte, el Mas la Plana 2006 nos regala un paseíto sensorial por el bosque mediterráneo con sus notas balsámicas y mentoladas. Mi favorito, sin duda.
Seguimos por la Conca de Barberà para descubrir el Grans Muralles en dos añadas que son pura historia: 2010 y 2004. Este tinto es un homenaje a la viticultura de la zona con la garnacha, la cariñena, la monastrell y dos variedades ancestrales como el querol o el garró, que tanto juego dan frente al cambio climático. El 2010 mantiene unos taninos poderosos debido a ese querol autóctono, mientras que el Grans Muralles 2004, con dos décadas ya de evolución, nos regala un perfume en constante cambio sin perder la fruta.
Como sugerencia después de esta cata aproximativa, querido/a hedonista, la Colección Privada de Familia Torres me parece un regalo perfecto para los amantes de los vinos serios y de guarda, esos históricos de ayer que continúan siendo muy gastronómicos. Porque solo un verdadero winelover va a entender cómo evolucionan en botella esas piezas de arte enológicas y es capaz de valorar la varita del tiempo sobre cada sorbo. Aprovechad juntos con tu agasajado para brindar por el tiempo, ese aliado silencioso de los grandes vinos.