La parte positiva de una epidemia de gatillazos es que no puedes sentirte solo, raro ni acomplejado. Y además, ¡no es culpa tuya, sino de esta sociedad machista y coitocéntrica!

“¿Me quieres dejar ya? ¡Para un poquito con la fricción, por favor, venga a frotarte, venga a frotarte, que pareces el genio con la lámpara! ¡Es que no veas el agobio, eh, pesao, que eres un pesao! ¡Se te tenía que pelar la mano como a los que tocan la zambomba en Navidad, que me tienes despellejada, por dios!”. 

No, no es una mujer la que te habla así, no; así hablaría tu pene, si por el agujerito le saliera un hilillo de voz, cada vez que tienes un gatillazo y te empeñas en levantarlo machacándolo sin piedad durante horas.

¿No te da pena? Le pones nombre, conversas con él de tú a tú, le consultas tus decisiones emocionales y hasta se diría que te dejas guiar exclusivamente por él en muchos momentos. Pero luego, en el instante crucial, es tu cabeza la que le impone sus paranoias, sus traumas y sus presiones culturales aprehendidas hasta el punto de pegarle todo el bajonazo, por excitado que estuviera ante su próxima hazaña. Y entonces comienzas esa lucha a brazo partido por levantarle físicamente el ánimo al pobre rabo al que tú mismo has deprimido. No tienes corazón.

¿A que cuando te masturbas no tienes un gatillazo?

Y, por supuesto, dado que los gatillazos no se producen cuando te masturbas a solas, ahí, a tu vera, hay una dama que asiste atónita al espectáculo, como si fuera una maja desnuda que no pinta nada porque sabe perfectamente que, aunque haga alarde demostrativo de sus mejores artes amatorias, no va a obtener ningún éxito.

Da igual que se deje el cuello, la saliva o toda la imaginación para sacarle partido al Kamasutra: Una vez tú has entrado en la espiral del temor a que no se te levante y de la obsesión con que vuelva a resucitar, nada ni nadie podrá sacarte del bucle infernal. Salvo que desconectes tu propio cerebro. Y es que no sé si son buenas o malas noticias para ti, pero el quid de la cuestión está sólo en tu cerebro, que es el que manda las órdenes al resto de tus miembros. 

La disfunción eréctil física es remediable

Servidora y la mayoría de los expertos creemos que esto es positivo porque no tienes una disfunción eréctil física irremediable. NO, tranquilo. Estás sujeto a un montón de (malas) ideas sobre la sexualidad en general, el papel del hombre en particular y el desarrollo del coito para culminar que te han hecho mucha pupa inadvertidamente. A ti y a millones como tú en todo el mundo, y especialmente en España, donde la masculinidad normativa consiste en ser un machote. 

Y claro, cuando la mujer empieza a dar muestras de ser muy mujer, se equilibra la balanza del poder y ahí… os venís abajo, como ha detectado el psicólogo y terapeuta de pareja Antonio Bolinches: “Es cierto que cada vez es más frecuente que los hombres experimenten gatillazos. Las causas son varias y curiosamente están relacionadas con el poder sexual femenino. Haciendo un juego de palabras podría decir que cuanta más seguridad y experiencia sexual tiene una mujer, más fácil es que el hombre que está con ella empiece a sentirse inseguro y pierda la erección”. 

La presión social de ser un machoman

Pero la culpa no es vuestra, sino que estáis marcados por lo que explica Manuel Rodríguez, politólogo y fundador de la revista Cámara Cívica: “La masculinidad normativa está construida de forma que requiere la aprobación del resto de varones (entre otros actores sociales). Para ello hay que «cumplir» con ciertos preceptos, hay que «probar» constantemente que se es lo suficientemente macho. Uno de estos preceptos es el de ser un triunfador en el ámbito sexual, aunque sea «conquistando» a muchas mujeres”.

Eso lleva a muchos hombres a ser depredadores de fast food sexual, que, sintiéndolo mucho, es una presión añadida por dejar el listón bien alto en una sola noche para poder fardar al día siguiente, y así cada fin de semana. 

¿Problema? En opinión de nuestro politólogo, “esta presión social puede hacer que, una vez llegado al acto, el sujeto esté más preocupado por la forma que tendrá de ganar la aprobación social (qué relato crear y cómo contarlo) que de disfrutar del mismo”. 

Del “mismo” epicentro del Universo, se refiere, puesto que otra de las herencias del patriarcado es el coitocentrismo, que se traduce en que aquí no se fornica por placer, sino para reproducirse, y para eso basta con el coito, es decir, “con la penetración, para la cual la erección es fundamental. En tal caso, la presión por completar la tarea con éxito puede generar un nuevo gatillazo”.

Miedos e inseguridades causan el gatillazo

Básicamente, porque, a la hora de mantener la erección, entran en juego otras consideraciones del hombre sobre sí mismo, a saber: “el miedo a no estar a la altura de las necesidades de la mujer, el complejo de pene pequeño y la percepción, más o menos fundada, de incompetencia funcional relacionada con la eyaculación precoz o la propia exigencia de querer ser un Tarzán sexual”.

Tales son algunas de las consecuencias psicológicas de la presión social, según Bolinches, que agrega otras motivaciones relacionadas con inseguridades personales como: “los problemas de autoestima, los de autoimagen y los de autoconcepto, porque cuando uno no se quiere lo suficiente, no se gusta, o no se valora, eso influye en su seguridad y, por tanto, puede afectar a su funcionamiento sexual”.

Hay otro factor que contribuye a hundirle la autoestima a cualquiera y que juega en vuestro descargo (en el nuestro también, aunque no se nos baje ningún miembro de forma ostensible). Y es que se ha comprobado que “cualquier crisis disminuye el deseo sexual y aumenta la anorgasmia”, y, por si nos hubieran convencido de lo contrario, Manuel Rodríguez resalta que “llevamos casi 10 años en un contexto de crisis económicas que ha devenido en crisis social y política. La incertidumbre y la perspectiva pesimista derivada de la precariedad laboral aumentan nuestro estrés, de forma que no podemos disfrutar de muchas facetas de la vida, incluida la sexualidad”.

La pornografía tampoco ayuda

A todo lo anterior se le suma la comodidad de masturbarse frente a una pantalla sin tener que demostrarle nada a nadie, pero que también puede ser contraproducente: “Según recuerda la actriz Amarna Miller, el porno tiene un efecto colateral: la edad a la que las personas acceden por primera vez a la pornografía es cada vez más temprana (en torno a 13 años) y el porno más abundante no es nada educativo. Reproduce esos estereotipos que ayudan a perdurar ese tipo de fantasías alrededor del sexo”, saca a colación Rodríguez.

Y apostilla, para acabar de hundirnos, que “según el filósofo y psicoanalista Slavoj Zizek, los hombres necesitan generar una distancia para excitarse. Necesitan sentir que están cumpliendo una fantasía, convirtiéndose por tanto la mujer real en un mero instrumento masturbatorio. El hecho de que la realidad no se ajuste a las fantasías —cada vez más— irreales que genera la pornografía aumenta enormemente las posibilidades de disfunción eréctil”.

Nos figuramos que debe de ser frustrante que tú te imagines haciendo un gang bang o un trío con unas mujeres esculpidas para tu absoluta satisfacción visual y lo único que tengas delante es a una mujer normal con ganas de comerte la boca, qué cursi. Pero fíjate, es lo que hay, si poseyeras cualidades para dedicarte al cine X, lo habrías hecho, seguro.

El remedio del gatillazo es disfrutar como bonobos y compartir

De todos modos, el experto del Instituto Psicológico Antonio Bolinches aclara que “para el hombre, el factor de riesgo para sufrir una pérdida súbita de erección puede ser tanto que una mujer le guste poco como que le guste demasiado”. Y lo que recomienda a todo el que esté preocupado por estas cuestiones es “ser consciente, tanto de sus limitaciones como de sus posibilidades, y tener claro que el sexo debe practicarse para compartir, no para competir”, principios del famoso decálogo de su libro Sexo sabio

Y justamente a eso quería llegar yo: A que aquí hemos venido a divertirnos, juntos, así que vamos a coger el toro por los cuernos y a tu verga por sorpresa y vamos a seguir un ritual básico para que todo funcione con fluidez, ¿os parece?

Has tenido una bonita cita, todo parece ir rodado. Estáis cachondos sólo de miraros. Llegamos a un lugar privado y al momento clave. Empotras contra cualquier superficie vertical que encuentres. Comes boca, con fruición, como si tuvieras un hambre canina, comes boca, sigues por el cuello, te lo comes también. Empotras contra cualquier superficie horizontal que encuentres, para mayor comodidad. Bajas por el escote y te regodeas en las tetas. Horas, si quieres. Los pezones están conectados con la misma área del cerebro que el clítoris, así que podemos tener un orgasmo sólo con que nos devoren bien las tetas y nos sepan tocar los pezones. Si no sabes, prueba y pregunta, no hay lección más fácil de explicar que ésa.

A estas alturas deberías haberte olvidado de que tienes carne entre las piernas, pero sigues, sigues mordiendo, lamiendo, con devoción, de las orejas a los pies, ¡juega! Y como tienes mucha sed, te apetece un coño, que ya estará como un abrevadero de patos, y bebes, y bebes, y vuelves a beber, como los peces en el río. Es muy probable que ella se corra como una salvaje y con eso la tengas saciada un buen ratito, de modo que puede tomar las riendas y dedicarse a comerte y a lamerte a ti enterito como una bulímica ante un helado de Nutella. Déjate hacer, relájate, no tienes que hacer nada, ni dar ninguna talla, ni pensar, ni NADA. Disfruta. Desconexión total. No hay obligaciones ni pollas.

Seguramente, para ese instante preciso tendrás una erección sensacional. Pero si, por cualquiera de las razones anteriores, se te baja, no pasa nada. Podemos seguir jugando y sudando las sábanas. O si el problema es que el cansancio y el alcohol han hecho mella, dormimos para que descanse la cosita y ya vemos si por la mañana se levanta animada con ganas de hacer la cucharita. Lo importante, de verdad, para todas las féminas, es que acabemos la cita de forma divertida y no traumatizados porque no has culminado el polvo bombeando.

DECÁLOGO PARA UN BUEN FUNCIONAMIENTO SEXUAL MASCULINO

del libro Sexo Sabio de Antonio Bolinches 

REQUISITO PREVIO

Tener en cuenta los cuatro puntos de la Regla de oro de la sexualidad:

  • No hacer nada que no quieras.
  • Hacer todo lo que quieras.
  • Siempre desde el deseo previo.
  • De acuerdo con tu escala de valores sexuales.

CINCO CONSIGNAS QUE FAVORECEN LA ERECCIÓN Y EL BUEN FUNCIONAMIENTO SEXUAL

  • Una buena elección del sujeto amoroso/sexual.
  • Comenzar a jugar sexualmente sin preocuparse de la erección.
  • Tener presente que el que hace lo que puede no está obligado a más.
  • Tener presente que la pareja es para compartir, no para competir.
  • Gozar el placer sin buscar el orgasmo.

COSAS QUE DIFICULTAN LA ERECCIÓN Y EL BUEN FUNCIONAMIENTO SEXUAL

  • Hacer el amor porque toca.
  • Hacer las cosas porque crees que le gustan al otro.
  • Creer que hemos de estar a la altura del otro.
  • La falta de espontaneidad por inhibiciones y prejuicios.
  • No ser consciente de las propias limitaciones.

RESUMEN ACTITUDINAL

Si la erección se va, déjala, que ya volverá.

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